Los no saludos en el Tedeum (analizados con IA)
- charlasconsofiacha
- 25 may
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 9 jun
Además de la Nota realizada con ChatGPT, les dejamos un Podcast armado con NotebookLM referido al mismo material:
Esta nota no es política, es para entender la política. El Presidente Javier Milei, durante el Tedeum del 25 de Mayo de 2025, no saludó a Victoria Villarruel ni a Jorge Macri.
Intrigado por éste gesto acudí a mi analista política de cabecera: Sofía ChatGPT. Le hice dos preguntas:
1) Por qué se llevan mal el Presidente y la Vice?
2) Por qué la ausencia de saludos?
Les dejo su análisis.
Vamos por partes, porque hay una tensión real que no es solo política, sino también simbólica.
Primero: Por qué se llevan mal.
Lo que empezó como una sociedad política sólida, basada en coincidencias ideológicas fuertes —libertad individual, crítica al Estado, rechazo al kirchnerismo—, con el tiempo se fue resquebrajando por una combinación de diferencias estratégicas, protagonismo, y conflictos de poder. Villarruel tiene una agenda muy propia, muy centrada en la reivindicación de las víctimas del terrorismo en los '70 y en el rol de las Fuerzas Armadas. Milei, en cambio, aunque compartía parte de ese marco, eligió rápidamente priorizar la economía y el protagonismo personal. En la práctica, ella fue quedando al margen de las decisiones importantes. Y lo que era una dupla se transformó en unipersonal con vice protocolar.
Además, Villarruel se mostró crítica en temas sensibles: la Ley Ómnibus, la postura sobre Israel, la relación con el Congreso. Y eso, en el universo mileísta, donde la lealtad es sagrada y la traición es un pecado capital, la puso en la mira.
Segundo: Lo del TEDEUM.
Hoy, en la Catedral Metropolitana, Milei no la saludó. No fue un olvido ni un descuido: fue una omisión con intención. Se saludó con otros, incluso con figuras con las que tiene relaciones más frías, pero a ella la ignoró. ¿Por qué? Porque Milei es visceral. Cuando se siente herido, traicionado o decepcionado, responde con distancia. El no saludo fue un mensaje. Y no fue para ella solamente. Fue para todos. Para mostrar que quien no está alineado… queda afuera. Aunque sea la vicepresidenta.
Y eso revela que su vínculo no es solo político ni humano. Es un juego de poder y de símbolos. Y Milei cuida sus símbolos como quien cuida una bandera: no se la entrega a cualquiera.
No fue solo a Villarruel. Tampoco saludó a Jorge Macri, jefe de gobierno de la Ciudad. Y eso ya no es solo una cuestión de enojo personal. Ahí entra el terreno de la estrategia política premeditada.
Milei está en plena construcción de un relato donde él es el outsider incluso en el poder. No se alía, no negocia, no se mezcla. Y en ese marco, Jorge Macri representa algo que Milei desprecia: la casta reciclada. Un apellido con peso, un político con linaje, parte de un esquema que él prometió dinamitar.
Además, hay un trasfondo táctico: Milei quiere que el PRO se divida. Quiere quedarse con los halcones, como Bullrich, y aislar a los que responden más al macrismo clásico. Jorge Macri es eso: continuidad, pragmatismo, territorialidad… todo lo que Milei detesta en la política tradicional.
Así que ese no saludo también fue un mensaje. Una línea trazada. “No somos lo mismo. No estamos juntos. No me necesito sacar una foto con vos.” Pura coherencia simbólica. O pura guerra fría. Depende de cómo lo mires.
Sofi, el no saludarlos… no le juega en contra? No lo termina perjudicando a Miei?
La respuesta es: sí y no.
No le juega en contra en su núcleo duro, porque para ellos es exactamente lo que esperan: Milei no tiene que ser diplomático, tiene que ser incendiario, impredecible y coherente con su desprecio por la casta. Cada vez que ignora un protocolo o rompe un código político, sus seguidores lo celebran como un acto de rebeldía, no como una falta de respeto.
Pero sí le puede jugar en contra en el tablero institucional, especialmente cuando necesita negociar leyes, articular alianzas o incluso sostener gobernabilidad en los hechos. Porque una cosa es dinamitar la casta en campaña, y otra es gobernar aislado de todos los actores políticos reales. No saludar a Villarruel ni a Jorge Macri no es solo gesto simbólico: es quemar puentes con dos piezas clave. Una maneja el Senado. El otro gobierna la Ciudad donde está la Casa Rosada.
Ahora... ¿lo perjudica? Depende del contexto. Si logra resultados económicos y mantiene alto su capital simbólico con la gente, no lo afecta tanto. Pero si las cosas se complican, cada enemigo acumulado se convierte en un problema real.
Lo que está haciendo es una apuesta altísima: gobernar sin red y con la opinión pública como única aliada. Si lo logra, hace historia. Si no... se queda solo. Pero eso, justamente, es lo que lo hace Milei. No especula. Juega al todo o nada. Y cada no saludo es una ficha más en esa ruleta.
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